domingo, 17 de marzo de 2019

Los préstamos léxicos









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LOS PRÉSTAMOS LÉXICOS

Un préstamo es una palabra que se toma prestada de otra lengua. Por consiguiente, la mayoría de los préstamos son “ préstamos léxicos”. No obstante, también existen los préstamos gramaticales (la forma de construir oraciones, básicamente).
La mayoría de los préstamos se denominan extranjerismos (palabras originales de otras lengua, que sufren un proceso de adaptación cuando se insertan en la nueva lengua). Este proceso sigue tres etapas, pero a veces, el préstamo se queda anclado en una de ellas. Así los clasificamos:
  • Extranjerismos no adaptados: son palabras que mantienen su ortografía, tal como era en la lengua de origen. Por ejemplo, rock, lipstick
  • Extranjerismos adaptados: son palabras extranjeras, pero adaptadas totalmente a la lengua de destino, tanto en su ortografía como en la acentuación: fútbol (football) o aparcar (park), estándar (standart).
  • Extranjerismos especializados: se denominan xenismos. Se trata de términos muy especializados y la lengua de destino no ha encontrado una posible traducción, por ello los mantiene tal cual. Por ejemplo ayatollah.
La RAE es la encargada de mantener la ortografía de los préstamos. Sin embargo, la adaptación de un préstamo sigue un proceso lento y laborioso. La lengua oral y la prensa juegan un papel decisivo en esta evolución idiomática.
La RAE recomienda equiparar los préstamos en la medida de lo posible. Para ello se debe utilizar la traducción de la palabra de origen, en el caso de que sea posible. Se debe preferir “conversar o charlar”, en vez de “chatear”.
Si no es posible traducirlos, debemos escribirlos de manera destacada, bien cursiva, bien comillas. Esta manera destacada nos indica su carácter de préstamo: Por ejemplo: smartphone
Por supuesto, los préstamos adaptados siguen las normas ortográficas propias de la lengua de destino, en este caso, el castellano. Por eso, llevan tilde si la necesitan.
Arabismos
Estuvieron 8 siglos (711 - 1492), pero no impusieron la lengua porque vinieron pocos y eran soldados. Tuvo mucha influencia en el léxico, sobre todo en la agricultura. Por ejemplo, arbélchigo, zanahoria, almohada,... etc.
Galicismos (del provenzal o del francés)
Influencias importantes en una primera época del siglo XI al siglo XIII, época del desarrollo del Camino de Santiago (por ejemplo, fraile, vergel, etc) y la entrada de las órdenes monásticas
La otra época de fuerte entrada se produjo en los siglos XVIII y XIX, en la época de la Revolución de la Enciclopedia y la moda (por ejemplo, sostén, pana, restaurante, bicicleta,... etc.).
Italianismos
Su influencia abarca desde el siglo XIV al XVIII, especialmente en el siglo XVI. Así, esta proliferación obedece a dos razones principales:
- Desarrollo cultural de Italia: Es la época del Renacimiento, del florecimiento del arte y la literatura: Petrarca, Daute y Bocaccio. Por ejemplo, soneto, terceto, endecasílabo, madrigal, escorzo, cornisa,... etc.
- Presencia española en 1443 debido a la conquista de Nápoles y al establecimiento de los Reyes Católicos en Italia. Por ejemplo, cañón,... etc. También es una época de inventos: piloto, fragata, florín, zarpar, cantinela, escolta. En el siglo XVIII: aria, romanza, batuta, casino, servilleta, festejar,...etc.
Americanismos
No son préstamos exclusivamente de EE.UU., sino que también son de las lenguas originarias de América. El “quechua” (Imperio Inca) junto con el “nahua” (Imperio Azteca) formaban los dos grandes imperios, las dos grandes lenguas.
*El quechua actualmente se extiende por el sur de Colombia, parte de Bolivia y noreste de Argentina. Es el idioma oficial en Perú, y hay unos 4 millones de hablantes.
*El nashua actualmente es una lengua que se extiende por Méjico. Hay unos 800.000 hablantes.
*El guaraní se extiende por Paraguay y el nordeste de Argentina.
*El araucano se extiende por Chile y las zonas limítrofes de Chile con Argentina. Hay entre 200.000 y 300.000 hablantes. La mayoría fueron eliminados en el siglo XIX durante la colonización.
En toda Sudamérica hay unos 20 millones de hablantes de lenguas amerindias. Hay zonas monolingües y bilingües. La conquista y colonización por parte de España trajo gran cantidad de términos referidos a plantas, animales, instituciones indígenas, al vestido,... etc. Por ejemplo, cacique, huracán, canoa, maíz, hamaca, piragua,... etc.
La palabra “patata” es un cruce:
“Papa” procede del Quechua, de Perú + “batata” del Tahino, de Las Antillas. A partir del español, la palabra patata se extendió a otras lenguas europeas: francés (patate), italiano (patati), inglés (potato).
En el siglo XVIII continuaron entrando, aunque en menor medida, términos como “platino”. El término “tabaco” no está claro si procede de lenguas amerindias o si ya se conocía en Europa para designar a otras plantas.
Anglicismos
El inglés no es una lengua de cultura hasta el siglo XVIII. Durante los siglos XVI y XVII, el inglés es ignorado en Europa, lo que no quiere decir que en los siglos XVI y XVII no encontremos algunos préstamos, como pueden ser Norte, sur, este, oeste, ron,...
Por influencia de la cultura y de los filósofos, a partir del siglo XVIII, y sobre todo del XIX, (época del Imperio Británico y del Romanticismo), ciertos autores viajan por Europa, y así aparecen palabras como dandy, bistec, etc. Generalmente, entran al español a través del francés: túnel, revolver, mitin,...
La gran entrada de anglicismos al español se da tras la 2ª Guerra Mundial, toda vez que EE.UU alcanza la hegemonía mundial. Fue más intensa en América del sur que en España, aunque de su influencia ha nacido hasta el “Spanglish”, un lenguaje en el que se combinan el castellano y el inglés.
Actualmente, es raro el dominio técnico, científico y cultural donde no haya términos del inglés. Por ejemplo, razas de perros, deporte, lenguaje de ordenadores, etc. La palabra “ordenador” proviene del francés, y sería más correcto que se denominase “computadora”


LA ZONA FANTASMA. 1 de mayo de 2016. ‘Un par de plagas’


En la Real Academia Española se consideran continuamente nuevos vocablos para su posible inclusión en el Diccionario. Algunas son propuestas de la propia institución, otras de particulares que se dirigen a ella. Todas son vistas y ponderadas y, cada vez que yo pongo el grito en el cielo ante un neologismo que me parece innecesario, desafortunado o directamente horrendo –pero sobre todo cuando me parece esto último–, mi sabio compañero Pedro Álvarez de Miranda, con el que comparto comisión de trabajo, se solivianta ante mi reacción digamos “estética”. Para la mayoría de filólogos, lingüistas y lexicógrafos, no existen palabras ni expresiones “feas” ni lo contrario, o al menos ese criterio lo juzgan irrelevante y acientífico. En parte hay que darles la razón, supongo: si los hablantes optan por decir de alguien bien plantado que “está como un queso” o que es un “yogurín”, ya puedo opinar yo que el símil está mal traído (hay miles de quesos, y algunos de aspecto y olor nauseabundos) o que el segundo término es pueril y ñoño y quizá efímero, que no me queda sino aguantarme y aceptarlos. Estamos todos de acuerdo en que es la gente la que manda en la lengua y que nosotros nos debemos limitar a recoger y registrar lo que aquélla dice y escribe (siempre que no sea una tontada completa y que su uso esté asentado). Hay incluso colegas para los que tiene el mismo valor una página de Cervantes que el prospecto de una medicina (exagero un poco, pero sólo un poco).
Los literatos, en cambio, nos permitimos juzgar cosas como la eufonía y la cacofonía, nos provocan sarpullidos adverbios como “poblacionalmente” o disparates como “echar sangre en la herida” (que carece de sentido), en vez de “sal en la herida”, que es lo que se ha dicho siempre; y verbos como “implementar”, “posicionarse”, “visionar” o “museizar” nos sacan de quicio. Soy de la creencia de que la manera de hablar de un país o de un pueblo indica en buena medida cómo son y piensan, y lo mismo respecto a los individuos. Como he dicho otras veces, si un político emplea la ya gastada fórmula “los ciudadanos y las ciudadanas”, sé que es un farsante, un demagogo y un ignorante de la gramática. Si escribe “amig@s” o “camarad@s”, lo tengo además por idiota. Todo apreciaciones personales mías, desde luego. Pues bien, el habla actual de mis compatriotas me lleva a albergar poca o nula esperanza. No se trata ya sólo de la falta de dominio de la lengua, del insólito “neoespañol” invasor del que hablé hace meses a raíz del libro de Ana Durante Guía práctica de neoespañol, de los sinsentidos y demencias que se escriben y dicen sin cesar y que han llevado al ex-director de la RAE García de la Concha a calificar hace poco de “zarrapastroso” el estado de nuestro idioma (y aún creo que fue benévolo). Eso es un proceso imparable, una batalla perdida. Lo que vengo observando, aparte, son dos tendencias deprimentes: la pedantería inculta o llana horterada, y la cursilería espontánea.
Los pedantes solían serlo por exceso de saber, pero ahora hay un gran número que además no tienen ni idea. Son los que abrazan con papanatismo cualquier término inglés como si fuera una novedad absoluta, y como si antes de que ellos descubrieran el vocablo en esa lengua, lo denominado por él jamás hubiera existido en ningún sitio. Así, hace años que nos machacan con “bullying” para lo que aquí siempre fue “matonismo” o “matoneo” (y un “school bully” es exactamente lo mismo que lo que se llamó toda la vida un “matón de colegio”). Cada vez que oigo o leo “backstage” me dan ganas de abofetear a quien lo usa, porque eso se corresponde con “bastidores” o “entre bastidores”. Me subo por las paredes con los “haters”, que no significa otra cosa que “odiadores”. Y dejo de leer cualquier texto en el que aparezcan “mainstream”, “flagship” (el antiquísimo “buque insignia”), “break”, “deadline”, “trending topic”, “prime time”, “spoiler”, “background”, “target”, “share” o “vintage”. Amén de que la mitad de las veces estos inglesajos estén mal utilizados (o pronunciados), su uso delata indefectiblemente a un hortera. Y lo lamentable es que España está hoy plagada de horteras.
La otra tendencia que vengo observando hace ya mucho es el insoportable abuso de los diminutivos, sobre todo cuando a la gente se le pone una cámara delante y se le pregunta por las vacaciones que se dispone a emprender. Raro será el español que no conteste: “Nada, unos diítas a la playita, en plan bañito por la mañana, luego una cervecita y unos aperitivitos, después una paellita con su cigalita y sus mejilloncitos, una buena siestecita, y a la noche nada, picar unos boqueroncitos y unas aceitunitas, regados con un buen vinito; y para rematar un whiskecito”. Lo reconozco: cada vez que los oigo (no fallan), me dan arcadas. Que todo lo “bueno” deba ser diminutivizado y convertido en cursilería extrema me hace ser pesimista respecto al nivel intelectual y al espíritu de mis compatriotas. Pero, como me reprocharía mi sabio compañero Álvarez de Miranda, quién soy yo para criticar nada. Aún menos para oponerme al mainstream y ejercer de hater; mejor que me mantenga en el backstage, le dé a todo el mundo un break, no me ponga en plan bully lingüístico y acepte que, en el mejor de los casos, soy un producto muy vintage destinado a pronto desaparecer con mis anticuados targets.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 1 de mayo de 2016

Contra los anglicismos

“Los pedantes solían serlo por exceso de saber, pero ahora hay un gran número que además no tienen ni idea. Son los que abrazan con papanatismo cualquier término inglés como si fuera una novedad absoluta, y como si antes de que ellos descubrieran el vocablo en esa lengua, lo denominado por él jamás hubiera existido en ningún sitio. Así, hace años que nos machacan con “bullying” para lo que aquí siempre fue “matonismo” o “matoneo” (y un “school bully” es exactamente lo mismo que lo que se llamó toda la vida un “matón de colegio”). Cada vez que oigo o leo “backstage” me dan ganas de abofetear a quien lo usa, porque eso se corresponde con “bastidores” o “entre bastidores”. Me subo por las paredes con los “haters”, que no significa otra cosa que “odiadores”. Y dejo de leer cualquier texto en el que aparezcan “mainstream”, “flagship” (el antiquísimo “buque insignia”), “break”, “deadline”, “trending topic”, “prime time”, “spoiler”, “background”, “target”, “share” o “vintage”. Amén de que la mitad de las veces estos inglesajos estén mal utilizados (o pronunciados), su uso delata indefectiblemente a un hortera. Y lo lamentable es que España está hoy plagada de horteras.”

Javier Marías  El país  1 de mayo de 2016


Resumen










Copia todos los anglicismos e intenta buscar su equivalente en castellano











¿Qué opinas tú sobre la invasión de los anglicismos?



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