jueves, 6 de octubre de 2016

La expresión oral

La expresión oral

El discurso

Para comprender la importancia que tiene el contenido del discurso para que cumpla su función de comunicar conocimientos y contribuir a la formación del público oyente, nos remitiremos al juramento hipocrático para el orador:


Juro, en el nombre de Dios y de mi propia conciencia que nunca hablaré en público sin tomar en serio mi deber hacia el público. Fijaré bien mi objetivo para hablar, de manera que pueda aportarle a mi público ideas nuevas y valiosas.

Prepararé mi discurso de tal manera que se comprenderán mis ideas sin dificultad. También juro que presentaré mi discurso pensando en el bienestar de mi público. Hablaré con suficiente fuerza y claridad para que no tengan que esforzarse en escucharme. Cuidaré que mis gestos y movimientos refuercen mis ideas. 

Cuidaré de no usar muletillas, como “o sea”, “este”, “¿verdad?” y otros, que distorsionan el significado de mi mensaje. En vez de éstas, aprenderé a usar eficazmente las pausas, para dar énfasis a las ideas que quiero destacar.

Presentaré mis ideas con tal sinceridad, convicción y consideración para mi público, que nadie dejará mi conferencia sin llevar algún provecho.

La credibilidad

El fin del discurso es lograr que el público estime, crea, piense y dé la razón al orador. La honestidad, el conocimiento y el dinamismo son la clave para conseguir este objetivo.

El orador debe ser honesto consigo mismo y con su público. El conocimiento se refiere a la competencia y nivel de experiencia que el orador tiene sobre el tema. Un orador que es reconocido como experto en la materia, puede esperar más aceptación de su mensaje que otro que no goza de este reconocimiento. El dinamismo se refiere a la cualidad mediante la cual el orador es percibido por el público como una persona activa, franca y valiosa.

La eficacia

La eficacia se refiere a las habilidades personales y el conocimiento técnico. Entre las primeras están las destrezas para canalizar los nerviosismos, la capacidad de relajarse moderadamente, el comprometerse con las ideas y el cultivar una actitud receptiva. El conocimiento técnico incluye el manejo de la comunicación verbal y no verbal: (voz, tono, pausa, postura, gestos) la selección del tema, la preparación del mensaje, la oratoria o exposición.


La integridad

El comportamiento del orador debe testimoniar su mensaje, de lo contrario sus acciones desmentirán sus palabras. El auditorio descubre muy fácilmente cuando el orador tiene intenciones turbias o propósitos ocultos. De ahí que la solvencia moral necesariamente debe acompañar a la intelectual para no convertirse en “huecas filosofías”.





El manejo de la voz

Para que la voz se convierta en el medio efectivo de comunicar las ideas del orador, debe considerar los siguientes aspectos:

-La entonación: Es semejante a las cuerdas de un violón: en la medida que se tensan resulta más alta la entonación y cuando se las aflojan, se hace más baja.

-El volumen: No muy fuerte ni muy suave, sino el adecuado para el auditorio.

-La velocidad: Requiere variedad para evitar la monotonía.

-El timbre: Tratar de que resulte lo más agradable posible: suave cuando la situación lo requiere o enérgico si hace falta.

Malos hábitos de la expresión no verbal

En un discurso comunicamos no solamente con las palabras, sino con la postura, la mirada, los movimientos, los gestos, etc. Por eso es importante evitar algunos malos hábitos, tan comunes en oradores inexpertos como en grandes locutores.

-La actitud nerviosa: Cuando el orador está nervioso, contagia a su auditorio. Algunas manifestaciones de nerviosismo son: caminar de un lado a otro, jugar con las manos u objetos, mover los brazos, cruzar las piernas, balancearse, etc.

-La inmovilidad: Quedarse quieto resta interés en el público. Da la impresión de que el orador habla sólo por hablar, de que no está convencido de lo que dice y que lo hace memorísticamente.

-La exageración de los gestos: Todos tenemos algún gesto predilecto, pero hay que cuidar que se corresponda a lo que se dice. Por ejemplo, mover la cabeza sólo por moverla, no cumple ningún cometido y sólo distrae.

-La relajación exagerada: El orador debe tener presente que está ante la mirada de un público numeroso, presto para la crítica; por lo tanto, tiene que tratar de mostrarse firme y no dar una apariencia apática y débil.

-Los movimientos no integrados: Decir una cosa, reforzarla con un gesto y contradecirla con otro crea una distorsión del mensaje. Por ejemplo, decir que fumar es malo sonriendo y negando con la cabeza.

-Los tips nerviosos: Son innumerables, especialmente en los músculos faciales: mover los labios, guiñar los ojos, mover la nariz, etc. Se interpreta como duda, sorpresa o estrés intenso.


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