miércoles, 7 de septiembre de 2022

Coraline Presentación y texto

La lectura de los viernes     Coraline      de Neil Gaiman


Lee aquí Coraline al completo

Coraline es una novela del escritor británico Neil Gaiman que mezcla los géneros fantástico y de terror y que fue publicada en 2002 . Ha sido comparada con Alicia en el País de las Maravillas,
En 2008 se publicó una adaptación al formato de novela gráfica con guion de Todd Klein y dibujos de P. Craig Russell.1
También  ha sido adaptada al cine en una película del mismo título dirigida por Henry Selick, en 2009.


De qué va

Al comienzo de la historia, Coraline y sus padres se mudan a una vieja casa de más de cien años de antigüedad que había sido dividida en apartamentos. Los padres de Coraline están muy ocupados con su trabajo y le prestan poca atención. Sintiéndose sola, la niña se marcha a explorar. Entonces  Coraline encuentra una puerta cerrada en el salón de su casa..


Cuestiones


He pensado que, después de comer, te gustaría jugar con l


La rata mayor saltó sobre los hombros del viejo, se columpió en su gran bigote gris, pasó ante los grandes botones negros de sus ojos, y se acomodó en la parte superior de la cabeza.



2
Vosotros, las personas, tenéis nombres porque no sabéis quiénes sois. Nosotros sabemos quiénes somos, por eso no necesitamos nombres.

—Por cierto —dijo—, me parece muy sensato que hayas traído protección. Yo, en tu lugar, me agarraría bien a ella. —¿De qué protección hablas?

se encontró al otro lado de un telón de terciopelo, en un teatro mal iluminado   Forcble Spink


¿Cómo aparecen F. y S en el escenario?
La señorita Spink montaba una bicicleta de una sola rueda mientras hacía juegos malabares. Tras ella iba la señorita Forcible pegando saltitos con un cestillo de flores bajo el brazo, esparciendo pétalos por el escenario.


¿Qué transformación sufren?
La nueva señorita Spink llevaba mallas verdes y botas altas marrones que le llegaban hasta el muslo. La nueva señorita Forcible lucía un vestido blanco y su cabello rubio estaba adornado con flores.


¿En qué número meten a Coraline?
La señorita Spink se dirigió a la señorita Forcible, le tapó los ojos de botones con una bufanda negra y le puso el cuchillo en una mano. Después, la hizo girar tres o cuatro veces y la puso delante de Coraline,


¿Qué obra representan?
La señorita Forcible y la señorita Spink estaban representando sendos papeles: la señorita Forcible se encontraba sentada sobre una escalera de mano, a cuyo pie permanecía la señorita Spink. —¿Qué importa el nombre? —preguntó la señorita Forcible—. Una rosa olería igual de bien aunque se llamase de otra manera.


—Si decides quedarte —le indicó el otro padre—, sólo hemos de ocuparnos de un pequeño detalle.



¿Cómo es el mundo de los nuevos padres? ¿Os parece divertido?



5 Sola en casa
ima, un pastel de chocolate y una bolsa de manzanas, que le sirvieron de cena. Tras cepillarse los dientes, fue al despacho de su padre, encendió el ordenador y escribió una historia. LA HISTORIA DE CORALINE HABÍA UNA NIÑA QUE SE LLAMAVA MANZANA. BAILAVA MUCHO. BAILAVA SIN PARAR HASTA QUE SUS PIES SE CONBIRTIERON EN SALCHICHAS. FIN.

irmativa. —¿Me llevas a donde están? El gato la observó y luego se dirigió al vestíbulo seguido por la niña. Recorrió el pasillo y se detuvo al final, junto a un espejo de cuerpo entero. E

Su madre sopló en la parte interior del cristal y escribió rápidamente con la punta de un dedo, antes de que el vaho se borrase: SONADÚYA


Descolgó el teléfono, consultó la guía y llamó a la comisaría.




—Cuando era pequeña —le contó Coraline al gato— y vivíamos en nuestra antigua casa, hace muchísimo tiempo, papá me llevó a pasear por el descampado que había entre nuestra casa y las tiendas.


—Cuando era pequeña —le contó Coraline al gato— y vivíamos en nuestra antigua casa, hace muchísimo tiempo, papá me llevó a pasear por el descampado que había entre nuestra casa y las tiendas.


—¿Y por qué es necesario tener valor? —le preguntó el gato con tono de indiferencia. —Porque, cuando haces algo a pesar del miedo que sientes —respondió ella—, necesitas tener mucho valor.


—Pero qué tonta eres, Coraline. Se encuentran de maravilla donde están. La niña le dedicó una mirada de odio. —Te lo demostraré —le aseguró la otra madre mientras limpiaba la superficie del espejo con sus largos dedos blancos. El cristal se empañó, como si un dragón vomitase el aliento sobre él; luego el vaho se disipó y quedó limpio. En el espejo ya era de día. Coraline vio la parte del vestíbulo que se hallaba frente a la puerta principal de su casa. Esta se abrió desde fuera y los padres de Coraline entraron con unas maletas. —Han sido unas vacaciones estupendas —dijo el padre. —¡Qué agradable resulta no estar pendiente de Coraline! —añadió la madre con una sonrisa de felicidad—. Ahora podemos hacer lo que siempre habíamos querido, como viajar al extranjero, y nunca habíamos podido porque teníamos una hija pequeña.


—¿Para qué me quiere esa mujer? ¿Por qué desea que me quede con ella? —Supongo que quiere amar algo, algo que no sea ella misma. Es como si le apeteciese comer. Es difícil saber lo que sienten las criaturas así.



—¿Qué me aconsejas? El gato estuvo a punto de soltar un comentario sarcástico, pero se sacudió los bigotes y dijo: —Desafíala. No creo que juegue limpio, pero es de las que adoran los juegos y los retos. —¿A qué te refieres con eso? —le preguntó Coraline al gato.


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Pero había algo más, algo que no recordaba haber visto antes: una bola de cristal sobre la repisa de la chimenea. Se dirigió a ella y se puso de puntillas para alcanzar la bola. Se trataba




 
—¿Te apetece uno? —le preguntó amablemente. Coraline miró para ver si se trataba de un caramelo o de una bolita de mantequilla azucarada. Pero el paquete estaba medio lleno d


Rebuscó en el bolsillo de su delantal y sacó la llave negra, la miró con el entrecejo fruncido y la tiró a la bolsa; a continuación, sacó


¿Cómo acaba?

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—¡Nombres, nombres, nombres! —dijo otra voz muy remota y perdida—. Los nombres son lo primero que desaparece cuando se extingue el aliento y el corazón deja de latir. Los recuerdos permanecen en nosotros más que los nombres. Mi memoria aún conserva imágenes de una mañana de mayo en la que mi institutriz llevaba mi


 ¿Y qué hará conmigo? —continuó. Las pálidas figuras latieron débilmente. Coraline supuso que no eran más que ilusiones visuales, como el resplandor que una luz brillante deja en los ojos una vez que se apaga. —No le dolerá —susurró una vocecita tenue. —Se apropiará de su vida, de lo que es y de todo lo que le interesa, y le dejará sólo niebla y bruma. Se llevará su alegría. Un día, cuando despierte, no tendrá ni alma ni corazón. Será usted una cáscara, una voluta de humo, y se convertirá en un sueño al despertar o en el recuerdo de algo olvidado. —Hueco —susurró la tercera voz—. Hueco, hueco, hueco, hueco, hueco

y que una vocecita le Neil Gaiman Coraline 56 susurraba al oído, una voz tan débil que apenas se oía, algo suave y tenue que habló en un tono tan bajo que la niña pensó que era producto de su imaginación: —Mire a través de la piedra —le dijo. Y luego se quedó dormid

8—¿No te gustaría ganarme con todas las de la ley? —le preguntó Coraline. —Es posible —contestó la otra madre. Aparentaba indiferencia, pero sus dedos se crisparon y comenzaron a tamborilear, y se humedeció los labios con la lengua de color escarlata—. ¿Qué me ofreces en concreto? —A mí misma —dijo la niña apretando las rodillas por debajo de la mesa para que no temblasen—. Si pierdo, me quedaré contigo para siempre y dejaré que me quieras. Seré la hija más obediente del mundo: comeré tu comida y jugaremos al juego de las familias. Y permitiré que me cosas botones en los ojos.

—Sí —admitió—. Creo que me gusta. Pero ¿de qué juego se trata? ¿Es una adivinanza, un examen de conocimientos o de habilidades?



A través de la piedra, el mundo era gris e incoloro, como un dibujo a lápiz. Todo parecía gris..., no, no todo: en el suelo brillaba algo, algo semejante a una brasa en la chimenea del cuarto de los niños, del color de un tulipán naranja y escarlata meciéndose bajo el sol de mayo. Coraline alargó la mano izquierda, sin apartar la vista del objeto por miedo a que desapareciese, y agarró titubeante aquella cosa Neil Gaiman Coraline 62 encendida. Cerró los dedos en torno a algo suave y frío, lo sujetó bien y se decidió a apartar la vista de la piedra agujereada y a mirar hacia abajo. En la rosada palma de la mano tenía la aburrida canica de cristal gris que había quedado en el fondo de la caja de los juguetes. Volvió a alzar la piedra y observó la canica a través del agujero: ardía y emitía destellos de fuego rojo.

Cuando se aproximó al objeto de la pared, observó que se trataba de una especie de saco, como la cápsula de una larva de araña, que se crispó al recibir el impacto de la luz. Dentro había algo que parecía una persona, una persona con dos cabezas y el doble de brazos y piernas de lo normal. La criatura del saco ofrecía un horrible aspecto informe e inacabado, como si se hubiese unido dos seres de plastilina aplastándolos para convertirlos en uno solo.



 parecían versiones jóvenes de las señoritas Spink y Forcible, mezcladas y apretadas como dos trozos de cera derretidos y amalgamados en una cosa horrenda. Sin previo aviso, la mano de la criatura agarró el brazo de Co


El aire se llenó de perros-murciélago y Coraline comenzó a retroceder. Se dio cuenta de que, a pesar de su terrible aspecto, la larva de la pared que encerraba a las que en otra época habían sido las señoritas Spink y Forcible estaba adherida al muro por su red, envuelta en su capullo, y, por tanto, no podía perseguirla. Los perros-murciélago se agitaron y revolotearon a su alrededor, pero no le hicieron el menor daño. Coraline bajó del escenario e iluminó el viejo teatro con la linterna en busca de la salida. «Huya, señorita. —Una voz de niña gimió dentro de su cabeza—. Huya de una vez. Ya nos tiene a dos. Escape de este lugar mientras tenga sangre en las venas.» Coraline guardó la canica en el bolsillo, junto a la otra. Encontró la puerta, corrió hacia ella y la empujó hasta que consiguió abrirla.


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La última habitación que visitó le dio la impresión de que había sido un dormitorio: sobre la polvorienta sombra rectangular que cubría las tablas del suelo podía haber estado una cama. Entonces vio algo que le arrancó una sonrisa forzada: entre las tablas había un gran anillo de metal. Coraline se arrodilló, lo cogió y tiró de él con todas sus fuerzas. Un cuadrado de suelo con bisagras se levantó con enorme lentitud, rígido y pesado: era una trampilla. A través de la abertura, Coraline distinguía sólo oscuridad. Se agachó y encontró un interruptor.

Respiró hondo (el tufo a vino agrio y pan enmohecido se le subió a la cabeza) y tiró del húmedo tejido dejando al descubierto algo del tamaño y la forma de una persona. Con aquella luz tenue le costó varios segundos saber de qué se trataba: era un ser pálido e hinchado como un gusano, con extremidades delgadas como palos. El rostro, redondo y deforme como la masa de pan, carecía de formas. La cosa tenía dos grandes botones negros en lugar de ojos

Coraline comenzó a caminar pegada a la pared. La cosa se retorció, blanda y sin huesos, y la observó con su único ojo. Parecía más grande y despierta. —Por desgracia —se quejó—, no puedo. Yen ese momento se abalanzó sobre ella con la desdentada boca completamente abierta. Coraline reaccionó al instante. Sólo podía hacer dos cosas: o bien se ponía a gritar y a correr por el sombrío sótano, mientras el enorme gusano intentaba capturarla y lo conseguía, o bien se decidía por otra opción. Yse decidió por otra opción. Cuando la cosa se le acercó, Coraline alargó una mano hacia el único ojo que le quedaba y tiró de él con todas sus fuerzas. Al principio no pasó nada. Luego, el botón se desprendió y rebotó contra las paredes antes de caer al suelo

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Coraline subió por las escaleras exteriores del edificio hasta el piso más alto, en el que vivía el viejo loco en el mundo real. Había ido allí una vez con su verdadera madre, cuando realizaba una colecta benéfica. Ambas se habían quedado en la entrada, esperando a que el excéntrico anciano de grandes bigotes encontrase el sobre que la madre de Coraline le había dejado: el piso olía a comidas raras, tabaco de pipa y cosas extrañas, penetrantes y pestilentes que la niña no pudo identificar. Nunca había querido pasar de la puerta.

 Nadie te escuchará, nadie te ha escuchado nunca. Eres demasiado inteligente y reservada para que te entiendan. Ni siquiera pronuncian tu nombre correctamente. »Quédate con nosotros —pidió la voz de la figura que estaba al fondo de la habitación—. Nosotros te escucharemos, jugaremos contigo y nos reiremos todos juntos. Tu otra madre construirá mundos enteros para que los explores,

La niña dio un paso adelante y el hombre se desmoronó. Ratas negras saltaron de sus mangas y salieron del abrigo y de debajo del sombrero. Eran veinte o más, tenían ojos rojos que brillaban en la oscuridad, y chillaban y volaban. El abrigo osciló y cayó pesadamente al suelo, y el sombrero rodó hasta un rincón. Coraline sacudió el abrigo con una mano. Estaba vacío, aunque al tocarlo se notaba grasiento. No había la menor señal de la última canica.

Esas heridas eran igual de horribles que las que se hizo el verano en que su madre retiró las ruedas auxiliares de la bicicleta. Pero aquel verano, a pesar de los cortes y los rasguños (tenía las rodillas llenas de costras), había disfrutado de una sensación de progreso: estaba aprendiendo algo, a hacer una cosa que no sabía. Y en ese momento, en cambio, no sentía más que la frialdad de la pérdida: les había fallado a los espíritus de los niños y a sus padres; había fracasado ante sí misma y ante todo.

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Los has escondido en el pasillo que hay entre las casas, ¿verdad? Están detrás de esa puerta —afirmó, señalando con la cabeza la puerta del rincón. La otra madre continuó inmóvil, aunque un amago de sonrisa se asomó a su rostro. —De modo que están ahí, ¿eh?

Y con todas sus fuerzas lanzó al gato sobre la otra madre. El animal aulló y aterrizó en la cabeza de la mujer agitando las garras y rechinando los dientes, feroz y enfadado. Con el pelo de punta casi parecía tan grande como en la vida real. Sin esperar a ver qué sucedía, Coraline corrió hasta la repisa,

De pronto comprendió que en el pasillo había otras personas. No podía volver la cabeza para mirarlas, pero a pesar de eso sabía quiénes eran. —Por favor, ayudadme —les suplicó—. Todos juntos. Neil Gaiman Coraline 82 Las otras personas que había allí, tres niños y dos adultos, eran casi inmateriales y no podían tocar la puerta. Pero sus manos rodearon las de ella mientras empujaba el gran pomo de hierro y, de repente, se sintió fuerte.

 El cielo era azul como el huevo de un petirrojo, y Coraline vio árboles y, más allá, colinas verdes que se fundían en un horizonte de tonos morados y grises. El cielo nunca le había parecido tan cielo, y el mundo jamás había sido tan mundo. Coraline contempló las hojas de los árboles y las luces y sombras que se dibujaban sobre la corteza agrietada del haya que estaba junto a la ventana. Bajó la vista a su regazo y admiró el brillo que la luz del sol arrancaba al pelaje del gato, convirtiendo en oro sus blancos bigotes. Pensó que nunca había visto nada tan fascinante. Y, atrapada en las fascinaciones del mundo, sin darse cuenta se fue retorciendo hasta acurrucarse como un gato en el incómodo sillón de su abuela, y no se percató de que caía en un sopor profundo y desprovisto de sueños.

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