Tu mamá te enseñó
A prematura edad
Que cuando escuches opiniones
Que puedan cabrear
Tú te pones a callar
Y tendrás que soportar
La mierda que se escapa de las bocas ajenas
Pero a los 26 añitos descubrí
Que la vida es corta para tanto popurrí
Y tanta gente de mierda a tu alrededor
Errores humanos que fabricó Dios
Gente de mierda
Gente de mierda
Gente de mierda
Tú eres un trozo de mierda
Manejas el idioma, pasiva agresividad
Es un don brillante
Para ti eso es normal
Piensas que haces un favor
Cara anchoa so mamón
Si jode y te cae mal
Te plantas y le dices que hay
Gente de mierda a tu alrededor
Errores humanos que fabricó Dios
Gente de mierda
Gente de mierda
Gente de mierda
Tú eres un trozo de mierda
La gente me señala Me apuntan con el dedo Susurra a mis espaldas Y a mi me importa un bledo Que mas me da Si soy distinta a ellos No soy de nadie No tengo dueño
Yo se que me critican Me consta que me odian La envidia les corroe Mi vida les agobia Porque sera Yo no tengo la culpa Mi circunstancia les insulta
Mi destino es el que yo decido El que yo elijo para mi
A quien le importa lo que yo haga? A quien le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiare A quien le importa lo que yo haga? A quien le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiare
Quizá la culpa es mía Por no seguir la norma Ya es demasiado tarde Para cambiar ahora
Me mantendré Firme en mis convicciones Reportare mis posiciones
Los anglicismos, galicismos y demás extranjerismos no causan alergias, ni hacen que baje el producto interior bruto, ni aumentan la contaminación ambiental. No matan a nadie.
No constituyen en sí mismos un mal para el idioma. Ahí está “fútbol”, por ejemplo, que viene de football y se instaló con naturalidad mediante su adaptación como voz llana en España y aguda en América. Se aportó en su día la alternativa “balompié”, y quedó acuñada en nombres como Real Betis Balompié, Albacete Balompié, Écija Balompié, Riotinto Balompié… o Balompédica Linense; pero la palabra “fútbol” acabó ocupando ese espacio y dejó “balompié” como recurso estilístico y tal vez como evocación de otras épocas.
“Fútbol”, eso sí, llegó a donde no había nada. Además, abonó su peaje; se supo adaptar a la ortografía y a la morfología de nuestro idioma, y progresó por él: “futbolístico”, “futbolero”, “futbolista”… Y venció ante una alternativa formada, sí, con los recursos propios del idioma pero que llegó más tarde.
Sin embargo, nos invaden ahora anglicismos que tenían palabras equivalentes en español: cada una con su matiz adecuado a su contexto. Ocupan, pues, casillas de significado donde ya había residentes. Y así acaban con algunas ideas y con los vocablos que las representaban. Se adaptarán quizás al español en grafía y fonética, pero habrán dejado antes algunas víctimas.
Nos invaden ahora anglicismos
que tenían palabras
equivalentes
en español: cada una
con su matiz
adecuado a su contexto.
Llamamos a alguien “friki” (del inglésfreak) y olvidamos “chiflado”, “extravagante”, “raro”, “estrafalario” o “excéntrico”. Necesitamos un password y dejamos a un lado “contraseña”, o “clave”. Se nos coló una nueva acepción de “ignorar” (por influencia de to ignore)que desplaza a “desdeñar”, “despreciar”, "desoír", “soslayar”, “marginar”, “desentenderse”, “hacer caso omiso”, “dar la espalda”, “omitir”, “menospreciar” o “ningunear”. Olvidamos los cromosomas de “evento” (algo “eventual”, inseguro; que acaece de improviso) y mediante la ya consagrada clonación de event se nos alejan “acto”, “actuación”, “conferencia”, “inauguración”, “presentación”, “festival”, “seminario”, “coloquio”, “debate”, “simposio”, “convención” y otras palabras más precisas del español que se refieren a un “acontecimiento” programado. Ya todo es un evento, aunque esté organizadísimo.
Elogiamos el know-how de una empresa y no recordamos “conocimiento”, “práctica”, “habilidad”, “destreza”, “saber hacer”. Se estableció “chequear” (de tocheck) y arrinconamos “verificar”, “comprobar”, “revisar”, “corroborar”, “examinar”, “controlar”, “cotejar”, “probar”… y tantos otros más adecuados en cada situación.
Se extiende ahora la palabra fake para descalificar un trabajo que falta a la verdad; y eso deja en el tintero expresiones como “manipulación”, “engaño”, “falsificación”, “embuste”, “farsa” o “patraña”. En los espacios sobre talentos musicales nos presentan a un coach, voz que se propaga en detrimento de “preparador”, “adiestrador”, “profesor”, “supervisor”, “entrenador”, “tutor”, “instructor”, “asesor”, “formador”...
Y en los últimos tiempos se expande entre los entendidos en la Red el anglicismo españolizado “banear”, que se relaciona con banns (amonestaciones) y to ban(prohibir). Su raíz no anda lejos del sustantivo “bandido” y del verbo “bandir”. El bandido era buscado a través de un “bando” (de ahí la palabra, con la que también se vinculan “contrabando” y “contrabandista”); y “bandir” equivale en su etimología a “proscribir”. Así pues, una persona “baneada” en Internet (porque insulta, calumnia, miente, altera el diálogo o usa palabras soeces) es alguien a quien se proscribe.
No pasa nada si pronuncian “banear” quienes se entienden con ese vocablo. Sí tendrán un problema si a causa de ello olvidan otras palabras más certeras para la ocasión: “vetar”, “expulsar”, “excluir”, “apartar”, “desterrar”, “sancionar”...
La riqueza de nuestro lenguaje depende de lo que decimos pero también de lo que dejamos de decir... y por tanto perdemos. El problema no es que lleguen anglicismos, sino que se rodeen de cadáveres.
Aclamado documental sobre la naturaleza del planeta Tierra. Rodada en 24 países diferentes, trata de captar la esencia de la naturaleza y la cultura de la humanidad y sus costumbres, al tiempo que señala las formas en las que el ser humano se relaciona con su medio ambiente. La aparente fragilidad de la vida humana es contrastada con la grandeza de sus obras, subrayándose la desigual relación entre hombre y naturaleza. Baraka no tiene argumento lineal, ni personajes ni diálogos, pero, en medio de estos enormes contrastes, la espiritualidad de la humanidad surge como el elemento más importante que la distingue de otras especies. Un mundo más allá de las palabras. (FILMAFFINITY)
Críticas
"Delicada y esplendorosa rareza (...) poema visual ancho, dolorido y ambicioso, frontal y fraternal (...) mirada aterrada y esperanzada a la tierra. Una mirada al mismo tiempo herida y enamorada"
Octavio Paz Discurso del Nobel
¿Qué nacerá del derrumbe de las ideologías? ¿Amanece una era de concordia universal y de libertad para todos o regresarán las idolatrías tribales y los fanatismos religiosos, con su cauda de discordias y tiranías? Las poderosas democracias que han conquistado la abundancia en la libertad ¿serán menos egoístas y más comprensivas con las naciones desposeídas? ¿Aprenderán éstas a desconfiar de los doctrinarios violentos que las han llevado al fracaso? Y en esa parte del mundo que es la mía, América Latina, y especialmente en México, mi patria: ¿alcanzaremos al fin la verdadera modernidad, que no es únicamente democracia política, prosperidad económica y justicia social sino reconciliación con nuestra tradición y con nosotros mismos? Imposible saberlo. El pasado reciente nos enseña que nadie tiene las llaves de la historia. El siglo se cierra con muchas interrogaciones. Algo sabemos, sin embargo: la vida en nuestro planeta corre graves riesgos. Nuestro irreflexivo culto al progreso y los avances mismos de nuestra lucha por dominar a la naturaleza se han convertido en una carrera suicida. En el momento en que comenzamos a descifrar los secretos de las galaxias y de las partículas atómicas, los enigmas de la biología molecular y los del origen de la vida, hemos herido en su centro a la naturaleza. Por esto, cualesquiera que sean las formas de organización política y social que adopten las naciones, la cuestión más inmediata y apremiante es la supervivencia del medio natural. Defender a la naturaleza es defender a los hombres. Al finalizar el siglo hemos descubierto que somos parte de un inmenso sistema – conjunto de sistemas – que va de las plantas y los animales a las células, las moléculas, los átomos y las estrellas. Somos un eslabón de "la cadena del ser", como llamaban los antiguos filósofos al universo. Uno de los gestos más antiguos del hombre un gesto que, desde el comienzo, repetimos diariamente es alzar la cabeza y contemplar, con asombro, el cielo estrellado. Casi siempre esa contemplación termina con un sentimiento de fraternidad con el universo. Hace años, una noche en el campo, mientras contemplaba un cielo puro y rico de estrellas, oí entre las hierbas oscuras el son metálico de los élitros de un grillo. Había una extraña correspondencia entre la palpitación nocturna del firmamento y la musiquilla del insecto. Escribí estas líneas:
Es grande el cielo y arriba siembran mundos. Imperturbable, prosigue en tanta noche el grillo berbiquí.
Estrellas, colinas, nubes, árboles, pájaros, grillos, hombres: cada uno en su mundo, cada uno un mundo y no obstante, todos esos mundos se corresponden. Sólo si renace entre nosotros el sentimiento de hermandad con la naturaleza, podremos defender a la vida. No es imposible: fraternidad es una palabra que pertenece por igual a la tradición liberal y a la socialista, a la científica y a la religiosa.
Walt Whitman
“Creo que una brizna de yerba
no es menos que el camino
que recorren las estrellas.
Y que la hormiga es perfecta.
Y que también lo son
el grano de arena y el huevo del zorzal.
Y que la rana es una obra maestra,
digna de las más altas.
Y que la zarzamora podría
adornar los salones del cielo.
Y que la menor articulación de mi mano
puede humillar a todas las máquinas.
Y que una vaca, paciendo con la cabeza baja,
supera a todas las estatuas.
Y que un ratón, es un milagro capaz
de asombrar a millones de incrédulos.
Este es un canto de amor y respeto
a la más grande de todas las maravillas,
que es la vida humana.
Y yo también lo creo”
Lorca Iglesia abandonada
Yo tenía una niña. Yo tenía un pez muerto bajo la ceniza de los incensarios. Yo tenía un mar. ¿De qué? ¡Dios mío! ¡Un mar! Subí a tocar las campanas, pero las frutas tenían gusanos. y las cerillas apagadas se comían los trigos de la primavera. Yo vi la transparente cigüeña de alcohol mondar las negras cabezas de los soldados agonizantes y vi las cabañas de goma donde giraban las copas llenas de lágrimas. En las anémonas del ofertorio te encontraré, ¡corazón mío!, cuando el sacerdote levanta la mula y el buey con sus fuertes brazos, para espantar los sapos nocturnos que rondan los helados paisajes del cáliz. Yo tenía un hijo que era un gigante, pero los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de cielo. Si mi niño hubiera sido un oso, yo no temería el sigilo de los caimanes, ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles para ser fornicado y herido por cl tropel de los regimientos. ¡Si mi niño hubiera sido un oso! Me envolveré sobre esta lona dura para no sentir el frío de los musgos. Sé muy bien que me darán una manga o la corbata; pero en el centro de la misa yo romperé el timón y entonces vendrá a la piedra la locura de pingüinos y gaviotas que harán decir a los que duermen y a los que cantan por las esquinas: él tenía un hijo. ¡Un hijo! ¡Un hijo! ¡Un hijo que no era más que suyo, porque era su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo!
Oficina y denuncia
Debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato. Debajo de las divisiones hay una gota de sangre de marinero. Debajo de las sumas, un río de sangre tierna. Un río que viene cantando por los dormitorios de los arrabales, y es plata, cemento o brisa en el alba mentida de New York. Existen las montañas, lo sé. Y los anteojos para la sabiduría, Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo. Yo he venido para ver la turbia sangre, la sangre que lleva las máquinas a las cataratas y el espíritu a la lengua de la cobra. Todos los días se matan en New York cuatro millones de patos, cinco millones de cerdos, dos mil palomas para el gusto de los agonizantes, un millón de vacas, un millón de corderos y dos millones de gallos que dejan los cielos hechos añicos. Más vale sollozar afilando la navaja o asesinar a los perros en las alucinantes cacerías que resistir en la madrugada los interminables trenes de leche, los interminables trenes de sangre, y los trenes de rosas maniatadas por los comerciantes de perfumes. Los patos y las palomas y los cerdos y los corderos ponen sus gotas de sangre debajo de las multiplicaciones; y los terribles alaridos de las vacas estrujadas llenan de dolor el valle donde el Hudson se emborracha con aceite. Yo denuncio a toda la gente que ignora la otra mitad, la mitad irredimible que levanta sus montes de cemento donde laten los corazones de los animalitos que se olvidan y donde caeremos todos en la última fiesta de los taladros. Os escupo en la cara. La otra mitad me escucha devorando, orinando, volando en su pureza como los niños en las porterías que llevan frágiles palitos a los huecos donde se oxidan las antenas de los insectos. No es el infierno, es la calle. No es la muerte, es la tienda de frutas. Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles en la patita de ese gato quebrada por el automóvil, y yo oigo el canto de la lombriz en el corazón de muchas niñas. Óxido, fermento, tierra estremecida. Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina. ¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes? ¿Ordenar los amores que luego son fotografías, que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre? San Ignacio de Loyola asesinó un pequeño conejo y todavía sus labios gimen por las torres de las iglesias. No, no, no, no; yo denuncio. Yo denuncio la conjura de estas desiertas oficinas que no radian las agonías, que borran los programas de la selva, y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas cuando sus gritos llenan el valle donde el Hudson se emborracha con aceite.